El Gran Hermano iraní

“La ignorancia es poder”, escribía George Orwell, en su clásico 1984, a propósito de la censura que practicaba en dicha novela la Policía del Pensamiento para que las ideas perniciosas no llegaran a las buenas personas. Por desgracia, el discurso del Gran Hermano ha hecho acto de presencia frecuentemente en la historia de la Humanidad.

“La ignorancia es poder”, escribía George Orwell, en su clásico 1984, a propósito de la censura que practicaba en dicha novela la Policía del Pensamiento para que las ideas perniciosas no llegaran a las buenas personas. Por desgracia, el discurso del Gran Hermano ha hecho acto de presencia frecuentemente en la historia de la Humanidad.
Para el Gran Hermano, la única manera de mantener la pujanza de una idea consiste en erradicar toda duda o sospecha que se cierna sobre ella. Si no se dispone de una alternativa desde la cual cuestionar la validez de una creencia, ésta perdura. Y lo hará por tiempo indefinido siempre y cuando la ausencia de cuestionamiento pueda sostenerse indefinidamente.
Bienvenidos a Irán.
El régimen de Teherán ha lanzado una nueva ofensiva contra la, a juicio de los ayatolás, inmoral cultura occidental. En consonancia con su política en materia de censura, Irán ha puesto en la mirilla al New York Times, a la Wikipedia, a Amazon, a The Internet Movie Database (IMDb) y a You Tube. Los proveedores de internet han recibido recientemente la orden de disminuir la velocidad de conexión en los accesos privados hasta un máximo de 128 kilobits por segundo, la propia de los módems que desaparecieron del mundo desarrollado hace cosa de diez años.
Con esta medida se pretende impedir, por ejemplo, el uso de la tecnología VoIP, que permite mantener conversaciones telefónicas sin recurrir al rígidamente controlado sistema telefónico iraní. Como no podía ser de otra forma, las nuevas regulaciones obstaculizarán aún más el trabajo de los investigadores, que ya tienen el acceso a la Red limitado por el Gobierno.
Por si lo anterior no fuera suficiente, el director de la Agencia para el Desarrollo de la Tecnología de la Información en Irán, Vafa Ghafaryan, ha declarado a la agencia oficial de noticias (ISNA) que el Gobierno va a redoblar asimismo la vigilancia sobre los mensajes de texto “perniciosos”.
Estas medidas no son sino parte de la oleada represiva contra los medios desatada desde que Mahmud Ahmadineyad accediera a la Presidencia. Entre sus víctimas más recientes se cuentan el periódico reformista Shargh y el diario de información política Nameh. ¿Cuáles han sido sus crímenes? El Shargh publicó una viñeta que parecía ironizar sobre las negociaciones nucleares que tienen por protagonista, precisamente, al régimen de Teherán. En cuanto al Nameh, fue clausurado por publicar un poema de la disidente y poetisa Simin Behbahani.
Entre los represaliados hay también gente como Arash Sigarchi, un joven de 28 años que empezó a bloguear en la página colectiva The Man From Gilan y que después abrió bitácora propia, The Window of Hope. Sigarchi fue arrestado a principios de 2005 y condenado a 14 años de prisión por difundir “propaganda contra el régimen”, según informa Reporteros Sin Fronteras.
Recientemente las Naciones Unidas manifestaron, en una resolución, su “profunda procupación” por “el hostigamiento, la intimidación y la persecución” a que están sometidos en Irán defensores de los derechos humanos, adversarios políticos, disidentes religiosos, periodistas, parlamentarios, estudiantes, clérigos, profesores, sindicalistas y blogueros.
Pero el régimen de los ayatolás parece tener su propio sentido de la realidad. He aquí un comentario realizado por Hossein Maleki, representante de Irán ante el Comité Político Especial de la Asamblea General de la ONU: “El monopolio de las noticias por parte de las redes mediáticas de los Estados desarrollados genera una barrera en el camino hacia la paz y la seguridad de la comunidad internacional”.
Por lo demás, Maleki –a quien parecía resbalar el hecho de que Irán ocupe el lugar 162 (entre 168) en el Índice 2006 de Libertad de Prensa de RSF– hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que adopte nuevas medidas destinadas a “garantizar la libre y justa circulación de la información” y exigió “una campaña internacional contra los informativos parciales y tendenciosos”.
“La libertad de expresión debe ir acompañada del sentido de la responsabilidad y del respeto a las ideas y religiones de los demás”, concluyó el funcionario iraní. La información irresponsable o insensible, así como cualquier crítica al régimen de Teherán, no debe ser tolerada en las ondas.
Así es como prosigue la pesadilla orwelliana. Mientras Irán desarrolla armamento nuclear, encarcela periodistas, persigue a las minorías religiosas, niega el Holocausto y estrangula cada vez más sus comunicaciones con el mundo, el predecesor de Ahmadineyad en la Presidencia del país, Mohamed Jatami, recibe un doctorado honorario en la Universidad de St. Andrews (Escocia) como reconocimiento por sus contribuciones a la tolerancia.
Jatami, a quien la Justicia alemana ha declarado culpable del asesinato de unos líderes opositores en Berlín (1992) y responsable del atentado contra el centro de la comunidad judía de Buenos Aires perpetrado en 1994 (murieron 85 personas y centenares resultaron heridas), ha sido honrado con un doctorado en reconocimiento de sus “esfuerzos por impulsar el diálogo interreligioso”. Casi mejor que le hubieran dado un doctorado en Relaciones Públicas, dada su brillantísima operación de propaganda.
Lo de “La ignorancia es poder” cobra especial relevancia cuando se trata de la manera en que lleva Occidente la cuestión iraní. Aquellos que militan en el bando favorable al diálogo, como Baker y Hamilton, podrían en breve caer en la trampa de 1984 por la que se confunde lo bueno con lo malo, la guerra con la paz y las armas nucleares con el lomo embuchado. Entre tanto, Ahmadineyad observa la jugada y se parte de risa. Primero engañó a su propia gente, luego a Europa, y ahora está quedándose con EEUU. Apuntó alto, y, como las cosas sigan sí, en poco tiempo podrá apretar el botón.
Entonces sí, ya habrá, definitivamente, llegado 1984.

NIR BOMS, vicepresidente del Center for Freedom in the Middle East.

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