por Nir Boms y Jonathan Spyer
La antigua ciudad de Damasco recibía otro sello de reconocimiento la pasada semana. Siguiendo los pasos de Liverpool — que era reconocida Capital Europea de la Cultura, y de Stavanger en Noruega, que era declarada Capital Europea de la Cultura fuera de la UE, la UNESCO declaraba la semana pasada a Damasco Capital Árabe de la Cultura durante 2008.
En su discurso de celebración de esta decisión, el Presidente sirio Bashar Assad elegía a destacar un elemento muy concreto de la cultura de su capital — a saber, el autoproclamado papel de Damasco como centro de “la resistencia” árabe. “Damasco es la capital de la cultura de resistencia al simbolizar a la cultura árabe” declaraba, y a continuación se explayaba para definir “cultura de resistencia” como “la cultura de la libertad y la defensa de la libertad“.
Un vistazo más atento a lo que se refiere exactamente el Presidente Assad por “cultura de resistencia” podría conducir a uno a preguntar si el tipo de actividad designada por el término merece de verdad la aclamación y el reconocimiento de una augusta entidad internacional como la UNESCO.
El programa Capitales de la Cultura de la UNESCO arrancaba en el mundo árabe en 1998. Pretende promover los aspectos culturales del desarrollo e incrementar la cooperación internacional.
La nueva Capital Árabe de la Cultura tiene una interpretación poco corriente de la “cooperación internacional“. Damasco sirve de cuartel general a una larga lista de organizaciones designadas terroristas, incluyendo a Hamas, la Jihad Islámica palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina – Mando General ( PFLP-GC), y toda una sopa de letras de organizaciones más pequeñas igualmente comprometidas con la práctica de la violencia contra civiles. Este enfoque tan particular de instar a la cooperación internacional llevaba al régimen Assad al reconocimiento internacional de este último espaldarazo de la UNESCO. Siria ha defendido con éxito su posición a la cabeza de la lista norteamericana de “países que apoyan el terrorismo” desde 1979.
Desde mediados de los años 90, Damasco ha venido sirviendo de cuartel general de operaciones de Hamas y la Jihad Islámica, y como nexo para la transferencia de fondos externos a los operativos de estas organizaciones en Gaza y Cisjordania. Los documentos incautados revelan una cadena de transacciones financieras directas procedentes de Siria a las dos organizaciones terroristas. Siria, que se dio prisa en reconocer al gobierno de Hamas en Gaza (a pesar de las objeciones del rais palestino) también anunciaba una campaña de donaciones públicas para apoyar a Hamas.
Según el Departamento de Estado, Siria presta “cantidades sustanciales de ayuda financiera, entrenamiento, armamento, explosivos, y apoyo político, diplomático y corporativo” a la milicia libanesa Hezbolá. Las armas iraníes destinadas a Hezbolá atraviesan regularmente Siria, que en la práctica ocupó y controló el vecino Líbano entre 1990 y el 2005 y que actualmente está enfrascada intentando conservar el control en Beirut.
Los ataques de misiles de Hezbolá en el 2006 contra ciudades israelíes — otra expresión de la “cultura de resistencia” de la UNESCO, presumiblemente — suscitaban alegaciones de que Siria e Irán estaban utilizando al grupo para desviar la atención internacional de otros asuntos, como el contencioso del programa nuclear de Irán.
Siria también está activa en Irak. David Satterfield, coordinador del Departamento de Estado para Irak, observaba recientemente que Estados Unidos no ha obtenido “ninguna cooperación siria” en materia de intentar prevenir el flujo de guerrilleros extranjeros con destino a Irak. En su lugar, continuaba, “Siria sigue permitiendo que guerrilleros extranjeros y terroristas suicida atraviesen su territorio con destino a Irak“. Una reciente información norteamericana estima que el 90% de los guerrilleros extranjeros que ingresan en Irak para tomar parte en las actividades de la insurgencia llegan a través de Siria.
En el Líbano, se piensa que Damasco se encuentra detrás de la oleada de asesinatos de figuras políticas anti-Siria que comenzaba con el asesinato del ex primer ministro Rafiq al-Hariri en el 2005. Siria se está esforzando por evitar el ascenso del nuevo presidente y de un gobierno estable en el Líbano. El Ministro de Exteriores francés Bernard Kouchner declaraba la semana pasada a reporteros árabes en París que “Siria quiere designar al primer ministro del Líbano, a los ministros, la distribución de las carteras y el plan de acción del gobierno a través de sus aliados en Beirut”.
La nueva Capital de la Cultura y la Resistencia, según informaciones de defensa e Inteligencia norteamericanas, también mantiene un programa de armamento químico activo. Otras informaciones sugieren que Siria estaba trabajando clandestinamente en un programa nuclear cuando estos esfuerzos se vieron frustrados por un exitoso ataque israelí en septiembre de 2007.
Por tanto, la “cultura de resistencia” significa actos de terror contra civiles, la subversión deliberada de los gobiernos de los países vecinos, el asesinato de los contrincantes políticos, y la tentativa obvia de almacenar armas de destrucción masiva. Uno se pregunta si esto es lo que la UNESCO – que describe su meta, según sus propias palabras, como “construir la paz en la mente de los hombres” – tenía en mente. El título de “Capital Árabe de la Cultura” está actualmente en manos del capital de uno de los regímenes más brutales y anárquicos del mundo. La cultura árabe – que ha dado tanto de belleza y valor perdurables a la humanidad – ciertamente se merece una representación mejor.