15 Agosto 12 – –
Circula de forma intensa el discurso que anticipa el inicio de la Siria post Asad. El «rais» está sufriendo en el terreno internacional. La UE decidía reforzar su embargo armamentístico a Siria. Bruselas congelaba, además, los activos de 26 altos funcionarios sirios adicionales, y sancionaba a más empresas sirias. Hasta Rusia, aliado próximo de Siria, ha empezado a indicar un posible cambio de política con la reciente declaración de su embajador en Francia a tenor de la posible disposición de Asad a «abandonar el poder de forma ordenada».
La economía de Siria también refleja las sanciones económicas y las luchas del último año. La Unión Europea representa el 95% de la exportación de crudo sirio, objeto ahora de sanciones. El paro supera el 25% y se espera una caída del 8% del PIB. La pinta de estas noticias no es buen augurio para Asad, y es probable que represente «un cambio de tornas» en forma de ataque fructífero del colectivo, o de marcha consensuada del «rais» y de su círculo de confianza. A partir de aquí, tres escenarios parecen plausibles: transición acordada, segregación, o desintegración.
El escenario de la transición, como la intentada hace poco en Yemen o Libia, pretende crear una coalición con una base lo bastante sólida para crear un Gobierno de transición que asumiría y tendría el poder del país hasta llegar a su propia conclusión en lo referente a su futuro. Este escenario parece muy popular, puesto que pretende garantizar una transición relativamente estable, suponiendo que el gobierno de transición pueda funcionar y liderar al país. Aunque muchos pueden querer ver un proceso de transición, las diferencias en torno a su composición y la estructura fracturada de la oposición hacen el proceso muy difícil de llevar a la práctica. Además de la propia oposición, las demás partes tienen intereses en garantizar que se conserve una cierta estructura en cualquier proceso político de transición actual (y futuro) en Siria. Los hay que les gustaría ajustar cuentas a los mismos desertores acogidos ahora en Occidente y considerados un activo debido a sus conocimientos de la «gestión del país».
La creciente lista de líderes autoproclamados de la oposición, líderes tribales, desertores, y embajadores constituye en sí misma una receta para las diferencias y las luchas internas. Los intereses más generales también están en el aire y los intereses de estos accionistas, como Turquía, Rusia o EE UU no coinciden por fuerza.